«Los jefes del Templo, los jefes de los sacerdotes -dice el Evangelio- y los escribas habían alterado demasiado las cosas. Habían caído en un proceso de degradación y habían profanado el Templo. ¡Habían profanado el Templo! El Templo es una figura de la Iglesia. La Iglesia siempre –siempre– sufrirá la tentación de la mundanidad y la tentación de un poder que no es el que Jesucristo quiere para ella. Jesús no dice: ‘No, eso no se hace aquí’. ‘Háganlo fuera’. Más bien los recrimina: ’¡Ustedes han convertido la casa de mi Padre en una cueva de ladrones!‘ Y cuando la Iglesia misma entra en este proceso de degradación, el final es muy deplorable. Muy dañoso».

(Santa Marta – 20 de noviembre de 2015). Fuente: Vatican News