El Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por eso, estamos llamados a poner en juego todos los talentos que tenemos, sin olvidar nunca que “aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la futura” (Heb 13,14). (…) No podemos comprender del todo en qué consiste esa alegría suprema. Sin embargo, Jesús nos la hace intuir con la comparación del señor que, al regresar y encontrar a sus siervos despiertos, “se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, los servirá” (v. 37). Así se manifiesta la alegría eterna del cielo: todo se dará vuelta y ya no seremos nosotros, los siervos, quienes serviremos a Dios, sino que será Dios mismo quien se pondrá a nuestro servicio. Y Jesús ya lo hace desde ahora: Jesús reza por nosotros, nos mira y le reza al Padre por nosotros. Jesús nos sirve hoy. Es nuestro servidor. Y esa será la alegría definitiva. El pensamiento del encuentro final con el Padre, lleno de misericordia, nos llena de esperanza y nos impulsa a un compromiso constante: por nuestra santificación y por la construcción de un mundo más justo y fraterno.

Que la Virgen María sostenga este compromiso nuestro con su intercesión materna. (Papa Francisco, Ángelus, 11 de agosto de 2019).

Fuente: Vatican News