Todos nosotros somos hijos. Y esto nos recuerda siempre que la vida no nos la damos solos, sino que la recibimos. El gran don de la vida es el primer regalo que recibimos. A veces corremos el riesgo de vivir olvidando esto, como si fuéramos dueños de nuestra existencia, pero en realidad somos radicalmente dependientes. En verdad, es motivo de profunda alegría sentir que en todas las etapas de la vida, en cada situación y condición social, somos y seguimos siendo hijos. Esta es el mensaje principal que los chicos nos transmiten con su sola presencia: con solo estar ya nos recuerdan que cada uno y todos somos hijos. Pero hay muchos dones y riquezas que los chicos ofrecen a la humanidad. Recuerdo solo algunos. Nos regalan su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El chico tiene una confianza espontánea en su papá y en su mamá; una confianza espontánea en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, todavía no contaminada por la malicia, las ambigüedades, las «incrustaciones» de la vida que endurecen el corazón. Sabemos que hasta los chicos tienen en sí el pecado original, con sus egoísmos, pero conservan una pureza y una simplicidad interior. Y los chicos no son diplomáticos: dicen lo que sienten, lo que ven, directamente. […] Además, los chicos —en su simplicidad interior— tienen en sí la capacidad de recibir y dar ternura. Ternura significa tener un corazón «de carne» y no «de piedra», como dice la Biblia (cf. Ez 36, 26). La ternura es también poesía: es «sentir» las situaciones y los hechos, sin tratarlos como meros objetos, solo para usarlos, porque sirven […] Por todos estos motivos, Jesús invita a sus discípulos a «hacerse como los chicos», porque «de los que son como ellos es el Reino de Dios» (cf. Mt 18, 3; Mc 10, 14). (Papa Francisco, Audiencia General del 18 de marzo de 2015).
Fuente: Vatican News
octubre 2, 2025 a las 2:29 am
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octubre 2, 2025 a las 9:22 am
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octubre 2, 2025 a las 8:21 pm
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